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CAPÍTULO XXXIX.

camino de Constantinopla, donde le llevaban cautivo. Cautivaron ansimesmo al general del fuerte, que se llamaba Gabrio Cerbellon, caballero milanes, grande ingeniero y valentísimo soldado. Murieron en estas dos fuerzas muchas personas de cuenta, de las cuales fué una Pagan de Oria, caballero del hábito de San Juan, de condicion generoso, como lo mostró su suma liberalidad que usó con su hermano el famoso Juan Andrea de Oria, y lo que mas hizo lastimosa su muerte, fué haber muerto á manos de unos alárabes, de quien se fió, viendo ya perdido el fuerte, que se ofrecieron de llevarle en hábito de moro á Tabarca, que es un portezuelo, ó casa, que en aquellas riberas tienen los ginoveses, que se ejercitan en la pesquería del coral, los cuales alárabes le cortaron la cabeza, y se la trujeron al general de la armada turquesca, el cual cumplió con ellos nuestro refran castellano: que aunque la traicion aplace, el traidor se aborrece: y así se dice, que mandó el general ahorcar á los que le trujeron el presente, porque no se le habian traido vivo. Entre los cristianos que en el fuerte se perdieron, fué uno llamado Don Pedro de Aguilar, natural no sé de que lugar de Andalucía, el cual habia sido alférez en el fuerte, soldado de mucha cuenta y de raro entendimiento, especialmente tenia particular gracia en lo que llaman poesía. Dígolo, porque su suerte le trujo á mi galera y á mi banco, y á ser esclavo de mi mesmo patron: y antes que nos partiésemos de aquel puerto, hizo este caballero dos sonetos á manera de epitafios, el uno á la goleta y el otro al fuerte: y en verdad que los tengo de decir, porque los sé de memoria, y creo que antes causarán gusto que pesadumbre. En el punto que el cautivo nombró á Don Pedro de Aguilar, Don Fernando miró á sus camaradas y todos tres se sonrieron, y cuando llegó á decir de los sonetos, dijo el uno: Antes que vuestra merced pase adelante, le suplico me diga, qué se hizo ese Don Pedro de Aguilar que ha dicho. —Lo que sé es, respondió el cautivo, que alcabo de dos años que estuvo en Constantinopla, se huyó en trage de arnaute[1] con un griego espía[2], y no sé si vino en libertad, puesto que creo que si, porque de allí á un año ví yo al griego en Constantinopla, y no le

pude preguntar el suceso de aquel viage. — Pues no fué, respondió

  1. El natural de Albania.
  2. Pudo ser espía este griego, como se leia en todas las ediciones; pero parece mas cierto que fuese espay. Eran los espays un género de soldados, al modo de nuestros milicianos, que estando en su casa gosaban de paga muerta, ocupábanse en defender la ciudad, y solo salían á campaña en ciertas ocasiones. (Haedo: Topografia de Argel, f. 11) .