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DON QUIJOTE.
y que así no están obligados á mirar en delicadezas ni verdades, responderles hia yo, que tanto la mentira es mejor, cuanto mas parece verdadera, y tanto mas agrada, cuanto tiene mas de lo dudoso y posible. Hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que las leyeren, escribiéndose de suerte, que facilitando los imposibles, allanando las grandezas, suspendiendo los ánimos, admiren, suspendan, alborocen y entretengan de modo, que anden á un mismo paso la admiracion y la alegría juntas: y todas estas cosas no podrá hacer el que huyere de la verisimilitud y de la imitacion, en quien consiste la perfeccion de lo que se escribe. No he visto ningun libro de caballerías, que haga un cuerpo fábula entero con todos sus miembros, de manera que el medio corresponda al principio, y el fin al principio y al medio, sino que los componen con tantos miembros, que mas parece que llevan intencion á formar una chimera ó un monstruo, que á hacer una figura proporcionada. Fuera desto son en el estilo duros, en las hazañas increibles, en los amores lascivos, en las cortesías mal mirados, largos en las batallas, necios en las razones, disparatados en los viages, y finalmente agenos de todo discreto artificio, y por esto dignos de ser desterrados de la república cristiana, como á gente inútil. El Cura le estuvo escuchando con grande atencion, y parecióle hombre de buen entendimiento, y que tenia razon en cuanto decia: y asi dijo, que por ser él de su mesma opinion, y tener ojeriza á los libros de caballerías, habia quemado todos los de Don Quijote, que eran muchos; y contóle el escrutinio que dellos habia hecho, y los que habia condenado al fuego, y dejado con vida, de que no poco se rió el Canónigo, y dijo, que con todo cuanto mal habia dicho de tales libros, hallaba en ellos una cosa buena, que era el sugeto que ofrecian, para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos, porque daban largo y espacioso campo, por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma, describiendo naufragios, tormentos, reencuentros y batallas, pintando un capitan valeroso con todas las partes que para ser tal se requieren, mostrándose prudente, previniendo las astucias de sus enemigos, y elocuente orador persuadiendo, ó disuadiendo á sus soldados, maduro en el consejo, presto en lo determinado, tan valiente en el esperar como en el acometer: pintando ora un lamentable y trágico suceso, ora un alegre y no pensado acontecimiento: allí una hermosísima dama, honesta, discreta y recatada: aquí un caballero cristiano, valiente y comedido: acullá un desaforado bárbaro fanfarron; acá un prín-