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CAPÍTULO LII.
mos menester. Mas decidme, ¿qué es eso de ínsulas? que no lo entiendo. —No es la miel para la boca del asno, respondió Sancho; á su tiempo lo verás, muger, y aun te admirarás de oirte llamar Señoría de todos tus vasallos. —¿Qué es lo que decis, Sancho, de Señorías, ínsulas y vasallos? respondió Juana Panza, que así se llamaba la muger de Sancho, aunque no eran parientes, sino porque se usa en la Mancha tomar las mugeres el apellido de sus maridos[1]. —No te acucies, Juana, por saber todo esto tan apriesa, basta que te digo verdad y cose la boca: solo te sabré decir así de paso, que no hay cosa mas gustosa en el mundo, que ser un hombre honrado escudero de un caballero andante buscador de aventuras. Bien es verdad, que las mas que se hallan, no salen tan á gusto como el hombre querria, porque de ciento que se encuentran, las noventa y nueve suelen salir aviesas y torcidas. Sélo yo de esperiencia, porque de algunas he salido manteado y de otras molido; pero con todo eso es linda cosa esperar los sucesos, atravesando montes, escudriñando selvas, pisando peñas, visitando castillos, alojando en ventas á toda discreción sin pagar ofrecido sea al diablo el maravedí. Todas estas pláticas pasaron entre Sancho Panza y Juana Panza su muger, en tanto que el Ama y Sobrina de Don Quijote le recibieron, y le desnudaron, y le tendieron en su antiguo lecho. Mirábalas él con ojos atravesados, y no acababa de entender en qué parte estaba. El Cura encargó á la Sobrina tuviese gran cuenta con regalar á su tio, y que estuviesen alerta de que otra vez no se les escapase, contando lo que habia sido menester para traelle á su casa. Aquí alzaron las dos de nuevo los gritos al cielo, allí se renovaron las maldiciones de los libros de caballerías, allí pidieron al cielo, que confundiese en el centro del abismo á los autores de tantas mentiras y disparates. Finalmente, ellas quedaron confusas y temerosas, de que se habian de ver sin su amo y tio en el mesmo punto que tuviese alguna mejoría, y así fué como ellas se
  1. Esta costumbre de la Mancha se usaba tambien en Francia, de donde volvió y se adoptó modernamente por algunas en España, segun la reprendia un poeta de nuestros tiempos, entre otras costumbres que las españolas habian adoptado de las francesas.

    Amaneció contenta con su doña.
    Y acostóse madama de Borgoña;
    Pues, aunque su apellido es de Velasco,
    Comenzó á causarle asco
    Cuando supo que en Francia las casadas
    Están acostumbradas
    A dejar para siempre su apellido,
    Por casarse aun así con su marido, etc.

::::TOMO I.
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