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DON QUIJOTE.

sion y consejo, porque decia: La lengua queda, y los ojos listos. Y el muchacho respondia: No lo haré otra vez, señor mio: por la pasion de Dios que no lo haré otra vez, y yo prometo de tener de aquí adelante mas cuidado con el hato. Y viendo Don Quijote lo que pasaba, con voz airada dijo:—Descortes caballero, mal parece tomaros con quien defender no se puede: subid sobre vuestro caballo, y tomad vuestra lanza (que tambien tenia una lanza arrimada á la encina adonde estaba arrendada la yegua), que yo os haré conocer ser de cobardes lo que estais haciendo.=El labrador que vió sobre sí aquella figura llena de armas blandiendo la lanza sobre su rostro, túvose por muerto, y con buenas palabras respondió:—Señor caballero, este muchacho que estoy castigando, es un mi criado, que me sirve de guardar una manada de ovejas que tengo en estos contornos, el cual es tan descuidado, que cada dia me falta una, y porque castigo su descuido ó bellaquería, dice que lo hago de miserable, por no pagalle la soldada que le debo, y en Dios y en mi ánima que miente.—¿Miente, delante de mí, ruin villano? dijo Don Quijote: por el sol que nos alumbra, que estoy por pasaros de parte á parte con esta lanza: pagalde luego sin mas réplica, si no por el Dios que nos rige, que os concluya y aniquile en este punto: desataldo luego.=El labrador bajó la cabeza, y sin responder palabra desató á su criado, al cual preguntó Don Quijote que cuánto le debia su amo.—Él dijo que nueve meses á siete reales cada mes.—Hizo la cuenta Don Quijote, y halló que montaban sesenta y tres reales; y díjole al labrador que al momento los desembolsase, si no queria morir por ello.—Respondió el medroso villano que por el paso en que estaba y juramento que habia hecho (y aun no habia jurado nada), que no eran tantos; porque se le habian de descontar y recebir en cuenta tres pares de zapatos que le habia dado, y un real de dos sangrías que le habian hecho estando enfermo.—Bien está todo eso, replicó Don Quijote; pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que sin culpa le habeis dado: que si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagastes, vos le habeis rompido el de su cuerpo; y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habeis sacado: así que por esta parte no os debe nada.—El daño está, señor caballero, en que no tengo aquí dineros: véngase Andres conmigo á mi casa, que yo se los pagaré un real sobre otro.—¿Irme yo con él? dijo el muchacho. ¡Mas mal año! No señor, ni por pienso; porque en viéndose solo, me desollará como á un San Bartolomé.—No hará tal, replicó Don Quijo-