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Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha Tomo II.djvu/102

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Don Quijote.

le mueve á estarse quedo, muévale saber de cierto, que entre todos los que allí están, aunque parecen reyes, príncipes y emperadores, no hay ningun caballero andante.-Ahora sí, dijo Don Quijote, has dado, Sancho, en el punto que puede y debe mudarme de mi ya determinado intento. Yo no puedo ni debo sacar la espada, como otras veces muchas te he dicho, contra quien no fuere armado ca- ballero: á tí, Sancho, toca, si quieres tomar la venganza del agra- vio que á tu rucio se le ha hecho, que yo desde aquí te ayudaré con voces y advertimientos saludables.-No hay para qué, señor, respondió Sancho, toniar venganza de nadie, pues no es de buenos cristianos tomarla de los agravios, cuanto mas que yo acabaré con mi asno que ponga su ofensa en las manos de mi voluntad, la cual es vivir pacíficamente los dias que los cielos me dieren de vida.- Pues esa es tu determinacion, replicó Don Quijote, Sancho bueno, Sancho discreto, Sancho cristiano y Sancho sincero, dejemos estas fantasmas y volvamos á buscar mejores y mas calificadas aventu- ras, que yo veo esta tierra de talle, que no han de faltar en ella mu- chas y muy milagrosas. Volvió las riendas luego, Sancho fué à tomar su rucio, la muerte con todo su escuadron volante volvieron á su carreta y prosiguieron su viage, y este felice fin tuvo la teme- rosa aventura de la carreta de la muerte: gracias sean dadas al sa- ludable consejo que Sancho Panza dió á su amo, al cual el dia si- guiente le sucedió otra con un enamorado y andante caballero de no menos suspension que la pasada.