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Don Quijote.

ella, porque le hago saber á vuesa merced, que aunque parezco hombre, soy una bestia para ser de la Iglesia.-Pues en verdad que lo yerra vuesa merced, dijo el del Bosque, á causa que los gobier- nos insulanos no son todos de buena data: algunos hay torcidos, algunos pobres, algunos malencónicos, y finalmente el mas ergui- do y bien dispuesto trae consigo una pesada carga de pensamientos y de incomodidades, que pone sobre sus hombros el desdichado que le cupo en suerte. Harto mejor seria, que los que profesamos esta maldita servidumbre, nos retirásemos á nuestras casas, y allí nos entretuviésemos en ejercicios mas suaves, como si dijésemos cazan- do ó pescando, que ¿qué escudero hay tan pobre en el mundo, á quien le falte un rocin y un par de galgos, y una caña de pescar con que entretenerse en su aldea?-A mí no me falta nada deso, respondió Sancho, verdad es que no tengo rocin; pero tengo un as- no que vale dos veces mas que el caballo de mi amo: mala pascua me de Dios, y sea la primera que viniere, si le trocara por él, aun- que me diesen cuatro fanegas de cebada encima: á burla tendrá vue- sa merced el valor de mi rucio, que rucio es el color de mi jumen- to: pues galgos no me habian de faltar, habiéndolos sobrados en mi pueblo, y mas que entonces es la caza mas gustosa, cuando se ha- ce á costa agena.-Real y verdaderamente, respondió el del Bos- que, señor escudero, que tengo propuesto y determinado de dejar estas borracherías de estos caballeros, y retirarme á mi aldea y criar mis hijitos, que tengo tres como tres orientales perlas.-Dos tengo yo, dijo Sancho, que se pueden presentar al Papa en persona, espe- cialmente una muchacha, á quien crio para condesa, si Dios fuere servido, aunque a pesar de su madre.-¿Y qué edad tiene esa se- ñora que se cria para condesa? preguntó el del Bosque.-Quince años, dos mas á menos, respondió Sancho; pero es tan grande co- mo una lanza, y tan fresca como una mañana de abril, y tiene una fuerza de un ganapan.-Partes son esas, respondió el del Bosque, no solo para ser condesa, sino para ser ninfa del verde bosque. ¡O hideputa puta, y que rejo debe de tener la bellaca!-A lo que res- pondió Sancho algo mohino, ni ella es puta, ni lo fué su madre, ni lo será ninguna de las dos, Dios queriendo, mientras yo viviere: y háblese mas comedidamente, que para haberse criado vuesa mer- ced entre caballeros andantes, que son la mesma cortesía, no me parecen muy concertadas esas palabras.-O qué mal se le entien- de á vuesa merced, replicó el del Bosque, de achaque de alaban-

zas, señor escudero. Cómo y no sabe que cuando algun caballe-