Aquí las tengo en la faldriquera, y echando mano á la derecha, sa- có unas narices de pasta y barniz, de máscara, de la manifactura que quedan delineadas, y mirándole mas y mas Sancho, con voz admirativa y grande, dijo:-¡Santa María, y valme! ¡Este no es Tomé Cecial mi vecino y mi compadre?-Y como sí lo soy, res- pondió el ya desnarigado escudero: Tomé Cecial soy, compadre y amigo Sancho Panza, y luego os diré los arcaduces, embustes y en- redos por donde soy aquí venido, y en tanto pedid y suplicad al se- ñor vuestro amo, que no toque, maltrate, hiera, ni mate al caballe- ro de los Espejos que á sus piés tiene, porque sin duda alguna es el atrevido y mal aconsejado el Bachiller Sanson Carrasco nuestro compatrioto. En esto volvió en sí el de los Espejos, lo cual visto por Don Quijote, le puso la punta desnuda de su espada encima del rostro, y le dijo:-Muerto sois, caballero, si no confesais que la sin par Dulcinea del Toboso se aventaja en belleza á vuestra Ca- sildea de Vandalia, y demas de esto habeis de prometer, si de esta contienda y caida quedáredes con vida, de ir á la ciudad del To- boso y presentaros en su presencia de mi parte, para que haga de vos lo que mas en voluntad le viniere: y si os dejare en la vuestra, asimesmo habeis de volver á buscarme, que el rastro de mis haza- ñas os servirá de guia, que os traiga donde yo estuviere, y á decir- me lo que con ella hubiéredes pasado: condiciones que conforme á las que pusimos antes de nuestra batalla, no salen de los términos de la andante caballería.-Confieso, dijo el caido caballero, que va- le mas el zapato descosido y sucio de la señora Dulcinea del Tobo- so, que las barbas mal peinadas aunque limpias, de Casildea, y pro- meto de ir y volver de su presencia á la vuestra, y daros entera y particular cuenta de lo que me pedis.-Tambien habeis de confe- sar y creer, añadió Don Quijote, que aquel caballero que vencís- tes no fué ni pudo ser Don Quijote de la Mancha, sino otro que se le parecia, como yo confieso y creo que vos, aunque pareceis el Ba- chiller Sanson Carrasco, no lo sois, sino otro que le parece, y que en su figura aquí me le han puesto mis enemigos, para que deten- ga y temple el ímpetu de mi cólera, y para que use blandamente de la gloria del vencimiento.-Todo lo confieso, juzgo, y siento, como vos lo creeis, juzgais y sentis, respondió el derrengado caba- llero: dejadme levantar, os ruego, si es que lo permite el golpe de mi caida, que asaz maltrecho me tiene. Ayudóle á levantar Don Quijote y Tomé Cecial su escudero, del cual no apartaba los ojos
Sancho, preguntándole cosas, cuyas respuestas le daban manifies-Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha Tomo II.djvu/130
Apariencia