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Don Quijote.

y escarnidos. La esposa no dió muestras de pesarle de la burla, antes oyendo decir que aquel casamiento, por haber sido engañoso, no habia de ser valedero, dijo que ella le confirmaba de nuevo, de lo cual coligieron todos, que de consentimiento y sabiduría de los. dos se habia trazado aquel caso, de lo que quedó Camacho y sus valedores tan corridos, que remitieron su venganza á las manos, y desenvainando muchas espadas, arremetieron á Basilio, en cuyo favor en un instante se desenvainaron casi otras tantas, y tomando la delantera á caballo, Don Quijote con la lanza sobre el brazo, y bien cubierto de su escudo, se hacia dar lugar de todos. Sancho, á quien jamás pluguieron ni solazaron semejantes fechurías, se aco- gió á las tinajas donde habia sacado su agradable espuma, pare- ciéndole aquel lugar como sagrado que habia de ser tenido en res- peto. Don Quijote á grandes voces decia:-Teneos, señores, te- neos, que no es razon tomeis venganza de los agravios que el amor nos hace: y advertid que el amor y la guerra son una mesma cosa, y así como en la guerra es cosa lícita y acostumbrada usar de ar- dides y estratagemas para vencer al enemigo, así en las contiendas y competencias amorosas se tienen por buenos los embustes y ma- rañas que se hacen para conseguir el fin que se desca, como no sean en menoscabo y deshonra de la cosa amada. Quiteria era de Ba- silio y Basilio de Quiteria por justa y favorable disposicion de los cielos. Camacho es rico y podrá comprar su gusto cuando, donde y como quisiere. Basilio no tiene mas de esta oveja, y no se la ha de quitar alguno por poderoso que sea, que á los dos 3 que Dios jun- ta no podrá separar el hombre, y el que lo intentare, primero ha de pasar por la punta de esta lanza: y en estó la blandió tan fuerte y tan diestramente, que puso pavor en todos los que no le conocian, y tan intensamente se fijó en la imaginacion de Camacho el desden de Quiteria, que se la borró de la menoria en un instante, y así tu- vieron lugar con él las persuasiones del Cura, que era varon pru- dente y bien intencionado, con las cuales quedó Camacho y los de su parcialidad pacíficos y sosegados: en señal de lo cual volvieron las espadas á sus lugares, culpando mas á la facilidad de Quiteria que á la industria de Basilio, haciendo discurso Camacho que, si Quiteria queria bien á Basilio doncella, tambien le quisiera casa- da, y que debia de dar gracias al cielo, mas por habérsela quitado que por habérsela dado'. Consolado, pues, y pacífico Camacho y 1 Un caso verdadero, en algo semejante á este inventado, refiere Don Luis Zapata por estas pala-

bras. A este propósito me contó el licenciado Salguero Menas Albas que pasó un pleito en Valla-