en buena compañía á costa de Don Quijote, que era liberal en to- do estremo. Antes que amaneciese se fué el que llevaba las lan- zas y las alabardas, y ya despues de amanecido se vinieron á des- pedir de Don Quijote el primo y el page, el uno para volverse á su tierra, y el otro á proseguir su camino, para ayuda del cual le dió Don Quijote una docena de reales. Maese Pedro no quiso volver å entrar en mas dimes, ni diretes con Don Quijote, á quien él co- nocia muy bien, y así madrugó antes que el sol, y cogiendo las re- liquias de su retablo y á su mono, se fué tambien á buscar sus aventuras. El ventero que no conocia á Don Quijote, tan admi- rado le tenian sus locuras como su liberalidad. Finalmente, San- cho le pagó muy bien por órden de su señor, y despidiéndose dél casi á las ocho del dia, dejaron la venta y se pusieron en camino, donde los dejarémos ir, que así conviene para dar lugar á contar otras cosas pertenecientes á la declaracion desta famosa historia.
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Capítulo XXVI.