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Don Quijote.

tengo compasion de los pobres, y á quien cuece y amasa no le hur- tes hogaza: y para mi santiguada que no me han de echar dado fal- so: soy perro viejo y entiendo todo tus tus, y sé despabilarme á sus tiempos, y no consiento que me anden musarañas ante los ojos, por- que sé donde me aprieta el zapato: digolo, porque los buenos ten- drán conmigo mano y concavidad, y los malos ni pié ni entrada. Y paréceme á mí, que en esto de los gobiernos todo es comenzar, y podria ser, que á quince dias de gobernador me comiese las ma- nos tras el oficio, y supiese mas dél que de la labor del campo en que me he criado.--Vos teneis razon, Sancho, dijo la Duquesa, que nadie nace enseñado, y de los hombres se hacen los Obispos, que no de las piedras. Pero volviendo á la plática que poco ha tratá- bamos del encanto de la señora Dulcinea, tengo por cosa cierta y mas que averiguada, que aquella imaginacion que Sancho tuvo de burlar á su señor, y darle á entender que la labradora era Dulci- nea, y que si su señor no la conocia, debia de ser por estar encan- tada, toda fué invencion de alguno de los encantadores que al se- ñor Don Quijote persiguen, porque real y verdaderamente yo sé de buena parte, que la villana que dió el brinco sobre la pollina, era y es Dulcinea del Toboso, y que el buen Sancho pensando ser el engañador, es el engañado, y no hay poner mas duda en esta ver- dad, que en las cosas que nunca vimos: y sepa el señor Sancho Panza, que tambien tenemos acá encantadores que nos quieren bien, y nos dicen lo que pasa por el mundo pura y sencillamente, sin en- redos ni máquinas; y creame, Sancho, que la villana brincadora era y es Dulcinea del Toboso, que está encantada como la madre que la parió, y cuando menos nos pensemos la habemos de ver en su propia figura, y entonces saldrá Sancho del engaño en que vive.-- Bien puede ser todo eso, dijo Sancho Panza, y agora quiero creer lo que mi amo cuenta de lo que vió en la cueva de Montesinos, don- de dice que vió á la señora Dulcinea del Toboso en el mesmo tra- ge y hábito que yo dije que la habia visto cuando la encanté por solo mi gusto, y todo debió de ser al reves, como vuesa merced, se- ñora mia, dice, porque de mi ruin ingenio no se puede ni debe pre- sumir que fabricase en un instante tan agudo embuste, ni creo yo que mi amo es tan loco, que con tan flaca y magra persuasion co- mo la mia, creyese una cosa tan fuera de todo término; pero seño- ra, no por esto será bien que vuestra bondad me tenga por malé- volo, pues no está obligado un porro como yo á taladrar los pensa-

mientos y malicias de los pésimos encantadores: yo fingí aquello