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Don Quijote.

Juntamente y discreto Don Quijote,
De la Mancha esplendor, de España estrella,
Que para recobrar su estado primo
La sin par Dulcinea del Toboso,
Es menester que Sancho tu escudero
Se dé tres mil azotes y trecientos
En ambas sus valientes posaderas
Al aire descubiertas, y de modo
Que le escuezan, le amarguen y le enfaden.
Y en esto se resuelven todos cuantos
De su desgracia han sido los autores.
Y á esto es mi venida, mis señores.

―Voto á tal, dijo á esta sazon Sancho: no digo yo. tres mil azotes; pero así me daré yo tres, como tres puñaladas. Válate el diablo por modo de desencantar: yo no sé qué tienen que ver mis posas con los encantos. Par Dios que si el señor Merlin no ha hallado otra manera como desencantar á la señora Dulcinea del Toboso, en- cantada se podrá ir á la sepultura.-Tomaros he yo, dijo Don Qui- jote, Don villano harto de ajos, y amarraros he á un árbol, desnu- do como vuestra madre os parió, y no digo yo tres mil y trecien- tos, sino seis mil y seiscientos azotes os daré, tan bien pegados que no se os caigan á tres mil y trecientos tirones, y no me repliqueis palabra, que os arrancaré el alma. Oyendo lo cual Merlin, dijo:-- No ha de ser así, porque los azotes que ha de recebir el buen San- cho, han de ser por su voluntad y no por fuerza, y en el tiempo que él quisiere, que no se le pone término señalado; pero permítesele que si él quisierè redimir su vejacion por la mitad deste vapula- miento, puede dejar que se los dé agena mano, aunque sea algo pe- sada. Ni agena, ni propia, ni pesada, ni por pesar, replicó Sancho: á mí no me ha de tocar alguna mano. ¡Parí yo por ventura á la señora Dulcinea del Toboso, para que paguen mis posas lo que pe- caron sus ojos? El señor mi amo sí, que es parte suya, pues la lla- ma á cada paso mi vida, mi alma, sustento y arrimo suyo, se pue de y debe azotar por ella, y hacer todas las diligencias necesarias para su desencanto; pero ¿azotarme yo? abernuncio. Apenas aca- bó de decir esto Sancho, cuando levantándose en pié la argentada Ninfa que junto al espíritu de Merlin venia, quitándose el sutil ve- lo del rostro, le descubrió tal, que á todos pareció mas que dema- siadamente hermoso, y con un desenfado varonil y con una voz no

muy adamada, hablando derechamente con Sancho Panza, dijo:---