PENSATIVO ademas quedó Don Quijote esperando al
Bachiller Carrasco, de quien esperaba oir las nuevas de
sí mesmo, puestas en libro, como habia dicho Sanch<{|
y no se podia persuadir á que tal historia hubiese, pues aun no es*
taba enjuta en la cuchilla de su espada la sangre de los enemigos
que habia muerto, y ya querian que anduviesen en estampa sus al-
tas caballerías. Con todo eso imaginó que algún sabio, ó ya. ami-
go, ó enemigo, por arte de encantamento las habría dado á la es-
tampa: si amigo, para engrandecerlas y levantarlas sotare las mas
señaladas de caballero andante: si enemigo, para aniquilarlas y po-
nerlas debajo de las mas viles, que de algún vil escudero se hubie-
sen escrito: puesto, decia entre sí, que nunca hazañas de escuderos
se escribieron: y cuando fuese verdad que la tal historia hubiese,
siendo de caballero andante, por fuerza habia de ser grandílocua,
alta, insigne^ magnifica y verdadera. Con esto se consoló algún
tanto; pero desconsolóle pensar que su autor era Moro, según aquel
nombre de Cide, y de los Moros no se podia esperar verdad algu-
na, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas. Te-
míase no hubiese tratado sus amores con alguna indecencia que re-
dundase en menoscabo y perjuicio de la honestidad de su señora
Dulcinea del Toboso: deseaba que hubiese declarado su fidelidad
y el decoro que siempre la habia guardado, menospreciando reinas,
emperatrices y doncellid de todas calidades, teniendo á raya los ím-
petus de los naturales movimientos: y así envuelto y revuelto en
estas y otras muchas imaginaciones le hallaron Sancho y Carras-
co, á quien Don Quijote recibió con mucha cortesía. Era el Ba-
chiller, aunque se llamaba Sansón, no muy grande de cuerpo, aun-