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Capítulo L.

no, y escribame largo, avisándome de su salud y de su bien estar, y si hubiere menester alguna cosa, no tiene que hacer mas que boquear, que su boca será medida: y Dios me la guarde. Des- te Lugar, su amiga que bien la quiere.

La Duquesa


-Ay! dijo Teresa en oyendo la carta, y que buena, y que llana y que humilde señora: con estas tales señoras me entierren á mí, y no las hidalgas que en este pueblo se usan, que piensan que por ser hidalgas no las ha de tocar el viento, y van á la Iglesia con tan- ta fantasía, como si fuesen las mesmas Reinas, que no parece sino que tienen á deshonra el mirar á una labradora, y veis aquí donde esta buena señora, con ser Duquesa, me llama amiga, y me trata como si fuera su igual, que igual la vea yo con el mas alto campa- nario que hay en la Mancha: y en lo que toca á las bellotas, señor mio, yo le enviaré á su Señoría un celemin que por gordas las pue- den venir á ver á la mira y á la maravilla: y por ahora, Sanchica, atiende á que se regale este señor, pon en órden este caballo, y sa- ca de la caballeriza huevos, y corta tocino adunia¹, y démosle de comer como á un Príncipe, que las buenas nuevas que nos ha trai- do y la buena cara que él tiene lo merece todo, y en tanto saldré yo á dar á mis vecinas las nuevas de nuestro contento, y al Padre Cura y á Maese Nicolas el Barbero, que tan amigos son y han si- do de tu padre.-Si haré, madre, respondió Sanchica; pero mire que me ha de dar la mitad desa sarta, que no tengo yo por tan bo- ba á mi señora la Duquesa, que se la habia de enviar á ella toda. -Todo es para tí, hija, respondió Teresa; pero déjamela traer al- gunos dias al cuello, que verdaderamente parece que me alegra el corazon.-Tambien se alegrarán, dijo el page, cuando vean el lio que viene en este portamanteo, que es un vestido de paño finísimo, que el Gobernador solo un dia llevó á caza, el cual todo le envía para la señora Sanchica.-Que me viva él mil años, respondió San- chica, y el que lo trae ni mas ni menos, y aun dos mil si fuere ne- cesidad. Salióse en esto Teresa fuera de casa con las cartas y con la sarta al cuello, y iba tañendo en las cartas, como si fuera en un pandero, y encontrándose acaso con el Cura y Sanson Carrasco, comenzó á bailar y á decir:-á fe, que agora que no hay pariente 1 Corrupcion de ad omnia, esto es, enteramente, abundantemente. TOMO II. 42 !

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