do esto así como lo es, soy de parecer que digais á esos señores que á mí os enviaron, que pues están en un fil las razones de conde- narle 6 absolverle, que le dejen pasar libremente, pues siempre es alabado mas el hacer bien que mal, y esto lo diera firmado de mi nombre si supiera firmar: y yo en este caso no he hablado de mio, sino que se me vino á la memoria un precepto entre otros muchos que me dió mi amo Don Quijote la noche antes que viniese å ser gobernador de esta însula, que fué, que cuando la justicia estuvie se en duda, me decantase y acogiese á la misericordia, y ha queri- do Dios que agora se me acordase, por venir en este caso como de molde. Así es, respondió el mayordomo, y tengo para mí que el mesmo Licurgo, que dió leyes á los Lacedemonios, no pudiera dar mejor sentencia que la que el gran Panza ha dado; y acábese con esto la audiencia desta mañana, y yo daré órden como el señor go- bernador, coma muy á su gusto.-Eso pido y barras derechas, dijo Sancho, dénme de comer y lluevan casos y dudas sobre mí, que yo las despabilaré en el aire. Cumplió su palabra el mayordomo, pa- reciéndole ser cargo de conciencia matar de hambre å tan discreto gobernador, y mas que pensaba concluir con él aquella mesma no- che, haciéndole la burla última que traia en comision de hacerle. Sucedió pues que, habiendo comido aquel dia contra las reglas y aforismos del doctor Tirteafuera, al levantar de los manteles entró un correo con una carta de Don Quijote para el gobernador. Man- do Sancho al secretario que la leyese para sí, y que si no viniese en ella alguna cosa digna de secreto, la leyese en voz alta. Hizo- lo así el secretario, y repasándola primero, dijo:-bien se puede leer en voz alta, que lo que el señor Don Quijote escribe à vuesa mer- ced, merece estar estampado y escrito con letras de oro, y dice así:
CARTA DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Bancho Banza, Gobernador de la ínsula Barataria.
CUANDO esperaba oir nuevas de tus descuidos & imperti- nencias, Sancho amigo, las of de tus discreciones, de que di por ello gracias ares al cielo, el cual del estiércol sabe levan-
tar los pobres, y de los tontos hacer discretos. Dicenme que go-