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Capítulo LII.

con el señor Don Quijote cuanto le viniese en deseo. Ella ende- rezando la voz y el rostro á Don Quijote, dijo:-Dias ha, valeroso caballero, que os tengo dada cuenta de la sinrazon y alevosía que un mal labrador tiene fecha & mi muy querida y amada hija, que es esta desdichada que aquí está presente, y vos me habédes pro- metido de volver por ella, enderezándole el tuerto que le tienen fe- cho, y agora ha llegado á mi noticia que os querédes partir de es- te castillo en busca de las buenas venturas que Dios os depare: y así querria que antes que os escurriésedes por esos caminos, desa- fiásedes á este rústico indómito y le hiciésedes que se casase con mi hija, en cumplimiento de la palabra que le dió de ser su esposo, antes y primero que yogase con ella, porque pensar que el Duque mi señor me ha de hacer justicia, es pedir peras al olmo, por la oca- sion que ya á vuesa merced en puridad tengo declarada: y con es- to Nuestro Señor dé à vuesa merced mucha salud, y á nosotras no nos desampare. A cuyas razones respondió Don Quijote con-thu- cha gravedad y prosopopeya:-Buena dueña, templad vuestras lá- grimas, ó por mejor decir, enjugadlas y ahorrad de vuestros suspi- ros, que yo tomo á mi cargo el remedio de vuestra hija, á la cual le hubiera estado mejor no haber sido tan fácil en creer promesas de enamorados, las cuales por la mayor parte son ligeras de pro- meter y muy pesadas de cumplir: y así con licencia del Duque mi señor, yo me partiré luego en busca dese desalmado mancebo, y le hallaré, y le desafiaré, y le mataré cada y cuando que se escusare de cumplir la prometida palabra: que el principal asunto de mi pro- fesion es perdonar á los humildes y castigar á los soberbios: quie- ro decir, acorrer å los miserables y destruir á los rigorosos.-No es menester, respondió el Duque, que vuesa merced se ponga en tra- bajo de buscar al rústico de quien esta buena dueña se queja, ni es menester tampoco que vuesa merced me pida á mí licencia para desafiarle, que yo le doy por desafiado y tomo á mi cargo de hacer- le saber este desafio, y que le acete y venga á responder por sí á este mi castillo, donde & entrambos daré campo seguro, guardando todas las condiciones que en tales actos suelen y deben guardarse, guardando igualmente su justicia á cada uno, como están obliga- dos á guardarla todos aquellos Príncipes que dan campo franco á los que se combaten en los términos de sus señoríos.--Pues con ese seguro y con buena licencia de Vuesa Grandeza, replicó Don Quijote, desde aquí digo que por esta vez renuncio mi hidalguía, y me allano y ajusto con la llaneza del dañador, y me hago igual