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Capítulo LIV.

jo Ricote; pero dime: ¿hallástete en nuestro lugar, cuando se partió dél mi muger, mi hija y mi cuñado?-Sí hallé, respondió Saneho, y séte decir, que salió tu hija tan hermosa, que salieron á verla cuantos habia en el pueblo, y todos decian que era la mas bella cria- tura del mundo. Iba llorando, y abrazaba á todas sus amigas y conocidas, y á cuantos llegaban á verla, y á todos pedia la enco- mendasen á Dios y á Nuestra Señora su Madre: y esto con tanto sentimiento, que á mí me hizo llorar, que no suelo ser muy lloron: y á fe que muchos tuvieron deseo de esconderla y salir á quitárse- la en el camino; pero el miedo de ir contra el mandato del rey los detuvo: principalmente se mostró mas apasionado Don Pedro Gre- gorio', aquel mancebo mayorazgo rico que tú conoces, que dicen que la queria mucho, y despues que ella se partió, nunca mas él ha parecido en nuestro lugar, y todos pensamos que iba tras ella para robarla; pero hasta ahora no se ha sabido nada.-Siempre tu- ve yo mala sospecha, dijo Ricote, de que ese caballero adamaba á mi hija; pero fiado en el valor de mi Ricota, nunca me dió pesa- dumbre el saber que la queria bien, que ya habrás oido decir, San- cho, que las Moriscas, pocas, ó ninguna vez se mezclaron por amo- res con cristianos viejos, y mi hija, que á lo que yo creo, atendia á ser mas cristiana que enamorada, no se curaria de las solicitudes dese señor mayorazgo.-Dios lo haga, replicó Sancho, que á en- trambos les estaria mal; y déjame partir de aquí, Ricote amigo, que quiero llegar esta noche adonde está mi señor Don Quijote.-Dios vaya contigo, Sancho hermano, que ya mis compañeros se rebu- llen, y tambien es hora que prosigamos nuestro camino; y luego se abrazaron los dos, y Sancho subió en su rucio, y Ricote se arrimó á su bordon, y se apartaron.

1 A este caballero se le llama Don Gaspar en el capitulo LXIII, y en el LXIV.