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Capítulo LV.

ó quién se ha de quejar? respondieron, sino el asendereado de San- cho Panza, Gobernador por sus pecados y por su mala andanza de la Ínsula Barataria, escudero que fué del famoso caballero Don Quijote de la Mancha. Oyendo lo cual Don Quijote, se le dobló la admiracion y se le acrecentó el pasmo: viniéndosele al pensa- miento que Sancho Panza debia de ser muerto, y que estaba allí penando su alma, y llevado desta imaginacion, dijo:-Conjúrote por todo aquello que puedo conjurarte como católico cristiano, que me digás quién eres, y si eres alma en pena, dime qué quieres que ha- ga por tí, que pues es mi profesion favorecer y acorrer å los nece- sitados deste mundo, tambien lo seré para acorrer y ayudar á los menesterosos del otro mundo, que no pueden ayudarse por sí pro- pios.-Desa manera, respondieron, vuesa merced que me habla de- be de ser mi señor Don Quijote de la Mancha, y aun en el órgano de la voz no es otro sin duda.-Don Quijote soy, replicó Don Qui- jote, el que profeso socorrer y ayudar en sus necesidades á los vi- vos y á los muertos: por eso dime quien eres, que me tienes atóni- to, porque si eres mi escudero Sancho Panza y te has muerto, co- mo no te hayan llevado los diablos, y por la misericordia de Dios estés en el purgatorio, sufragios tiene nuestra Santa Madre la Igle- sia Católica Romana bastantes á sacarte de las penas en que estás, y yo que lo solicitaré con ella por mi parte con cuanto mi hacien- da alcanzare: por eso acaba de declararte y dime quien eres.-Voto á tal, respondieron, y por el nacimiento de quien vuesa merced qui- siere, juro, señor Don Quijote de la Mancha, que yo soy su escu- dero Sancho Panza, y que nunca me he muerto en todos los dias de mi vida; sino que habiendo dejado mi Gobierno por cosas y can- sas que es menester mas espacio para decirlas, anoche caí en esta sima, donde yago, y el rucio conmigo, que no me dejará mentir, pues por mas señas está aquí conmigo. Y hay mas, que no pare- ce sino que el jumento entendió lo que Sancho dijo, porque al mo- mento comenzó á rebuznar tan recio, que toda la cueva retumbaba. --Famoso testigo, dijo Don Quijote, el rebuzno conozco como si le pariera, y tu voz oigo, Sancho mio: espérame, iré al castillo del Du- que, que está aquí cerca, y traeré quien te saque desta sima, don- de tus pecados te deben de haber puesto-Vaya vuesa merced, di- jo Sancho, y vuelva presto por un solo Dios, que ya no lo puedo llevar el estar aquí sepultado en vida, y me estoy muriendo de mie- do. Dejóle Don Quijote, y fué al castillo á contar á los Duques

el suceso de Sancho Panza, de que no poco se maravillaron, aun-