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Capítulo IV.

gear fama de valiente, sino del mejor y mas leal escudero que ja- mas sirvió á caballero andante: y si mi señor Don Quijote, obliga- do de mis muchos y buenos servicios, quisiere darme alguna insu- la de las muchas que su merced dice que se ha de topar por ahí, recibiré mucha merced en ello, y cuando no me la diere, nacido soy, y no ha de vivir el hombre en oto de otro, sino de Dios, y mas que tan bien, y aun quizá mejor me sabrá el pan desgobernado que siendo gobernador: ¿y sé yo por ventura, si en esos gobiernos me tiene aparejada el diablo alguna zancadilla, donde tropiece y caiga y me deshaga las muelas? Sancho nací, y Sancho pienso morir. Pero si con todo esto de buenas A buenas, sin mucha solicitud y sin mucho riesgo me deparase el cielo alguna fínsula ó otra cosa seme- jante, no soy tan necio que la desechase, que tambien se dice: cuan- do te dieren la vaquilla corre con la soguilla, y cuando viene el bien mételo en tu casa.-Vos, hermano Sancho, dijo Carrasco, ha- beis hablado como un catedrático; pero con todo eso confiad en Dios y en el señor Don Quijote, que os ha de dar un reino, no que una ínsula. Tanto es lo demas como lo de menos, respondió Sancho, aunque sé decir al señor Carrasco, que no echara mi señor el reino que me diera en saco roto, que yo he tomado el pulso á mí mesmo, y me hallo con salud para regir reinos y gobernar insulas: y esto ya otras veces lo he dicho á mi señor.-Mirad, Sancho, dijo San- son, que los oficios mudan las costumbres, y podria ser que vién- doos gobernador, no conociésedes á la madre que os parió.-Eso allá se ha de entender, respondió Sancho, con los que nacieron en las malvas, y no con los que tienen sobre el alma cuatro dedos de injundia de cristianos viejos, como yo los tengo: no, sino llegaos á mi condicion, que sabrá usar de desagradecimiento con alguno.-- Dios lo haga, dijo Don Quijote, y ello dirá, cuando el gobierno ven- ga, que ya me parece que le trayo entre los ojos. Dicho esto, ro- gó al Bachiller, que si era poeta, le hiciese merced de componerle unos versos, que tratasen de la despedida que pensaba hacer de su señora Dulcinea del Toboso, y que advirtiese, que en el principio de cada verso habia de poner una letra de su nombre, de manera que al fin de los versos juntando las primeras letras, se leyese Dul- cinea del Toboso-El Bachiller respondió, que puesto que él no era de los famosos poetas que habia en España, que decian que no eran sino tres y medio, que no dejaria de componer los tales me- tros, aunque hallaba una dificultad grande en su composicion, á

causa que las letras que contenian el nombre eran diez y siete, y