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Don Quijote.

―Respondió que á Zaragoza á hallarse en las justas del arnes, que en aquella ciudad suelen hacerse todos los años.-Díjole Don Juan, que aquella nueva historia contaba, como Don Quijote, sea quien se quisiere, se habia hallado en ella en una sortija, falta de inven- cion, pobre de letras, pobrísima de libreas, aunque rica de simpli- cidades. Por el mesmo caso, respondió Don Quijote, no pondré los piés en Zaragoza, y así sacaré à la plaza del mundo la menti- ra dese historiador moderno, y echarán de ver las gentes como yo no soy el Don Quijote que él dice.-Hará muy bien, dijo Don Ge- rónimo, y otras justas hay en Barcelona donde podrá el señor Don Quijote mostrar su valor.-Así lo pienso hacer, dijo Don Quijote, y vuesas mercedes me den licencia, pues ya es hora, para irme al lecho, y me tengan y pongan en el número de sus mayores amigos y servidores. Y á mí tambien, dijo Sancho, quizá seré bueno pa- ra algo.. Con esto se despidieron, y Don Quijote y Sancho se re- tiraron á su aposento, dejando á Don Juan y á Don Gerónimo ad- mirados de ver la mezcla que habia hecho de su discrecion y de su locura, y verdaderamente creyeron que estos eran los verdaderos Don Quijote y Sancho, y no los que describia su autor Aragones. Madrugó Don Quijote, y dando golpes al tabique del otro aposen- to se despidió de sus huéspedes. Pagó Sancho al ventero magní- ficamente, y aconsejóle que alabase menos la provision de su ven- ta, ó la tuviese mas proveida.