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Don Quijote.

impresion, que ha de ser de dos mil cuerpos, y se han de despa- char á seis reales cada uno en daca las pajas.-Bien está vuesa merced en la cuenta, respondió Don Quijote: bien parece que no sabe las entradas y salidas de los impresores y las correspondencias que hay de unos á otros. Yo le prometo, que cuando se vea car- gado de dos mil cuerpos de libros, vea tan molido su cuerpo, que se espante, y mas si el libro es un poco avieso y no nada picante. -¿Pues qué, dijo el autor, quiere vuesa merced, que se lo dé á un librero que me dé por el privilegio tres maravedís, y aun piensa que me hace merced en dármelos? Yo no imprimo mis libros pa- ra alcanzar fama en el mundo, que ya en él soy conocido por mis obras: provecho quiero, que sin él no vale un cuatrin la buena fa- ma.-Dios le dé á vuesa merced buena manderecha, respondió Don Quijote, y pasó adelante á otro cajon, donde vió que estaban corri- giendo un pliego de un libro que se intitulaba: Luz del alma, y en viéndole dijo:-Estos tales libros, aunque hay muchos deste géne- ro, son los que se deben imprimir, porque son muchos los pecado- res que se usan, y son menester infinitas luces para tantos desalum- brados. Pasó adelante y vió que asimesmo estaban corrigiendo otro libro, y preguntando su título, le respondieron que se llama- ba: La segunda parte del ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal, vecino de Tordesillas.-Ya yo ten- go noticia deste libro, dijo Don Quijote, y en verdad y en mi con- ciencia, que pensé que ya estába quemado y hecho polvos por im- pertinente; pero su San Martin se le llegará, como á cada puerco: que las historias fingidas tanto tienen de buenas y de deleitables, cuanto se llegan á la verdad, ó á la semejanza della, y las verdade- ras tanto son mejores, cuanto son mas verdaderas: y diciendo esto, con muestras de algun despecho se salió de la emprenta, y aquel mesmo dia ordenó Don Antonio de llevarle á ver las galeras que en la playa estaban, de que Sancho se regocijó mucho, á causa que en su vida las habia visto. Avisó Don Antonio al Cuatralvo de las galeras, como aquella tarde habia de llevar á verlas á su hués- ped el famoso Don Quijote de la Mancha, de quien ya el Cuatral- vo y todos los vecinos de la ciudad tenian noticia, y lo que le su- cedió en ellas se dirá en el siguiente capítulo.