guardar las órdenes de la andante caballería, sin duda alguna guar- dará la que le he dado en cumplimiento de su palabra. Esto es, señor, lo que pasa, sin que tenga que deciros otra cosa alguna: su- plícoos no me descubrais, ni le digais á Don Quijote quién soy porque tengan efecto los buenos pensamientos mios, y vuelva a co- brar su juicio un hombre que le tiene bonísimo, como le dejen las sandeces de la caballerta-¡O sefior! dijo Don Antonio, Dios os per- done el agravio que habeis hecho á todo el mundo, en querer vol- ver cuerdo al mas gracioso loco que hay en él. ¿No veis, señor, que no podrá llegar el provecho que cause la cordura de Don Qui- jote, á lo que llega el gusto que da con sus desvarfos? Pero yo imagino que toda la industria del señor Bachiller no ha de ser par- te para volver cuerdo á un hombre tan rematadamente loco, y si no fuese contra caridad, diria que nunca sane Don Quijote, porque con su salud, no solamente perdemos sus gracias, sino las de San- cho Panza su escudero, que cualquiera dellas puede volver á ale- grar á la mesma melancolía. Con todo esto callaré y no le diré nada, por ver si salgo verdadero en sospechar, que no ha de tener efecto la diligencia hecha por el señor Carrasco.-El cual respon- dió que ya una por una estaba en buen punto aquel negocio, de quien esperaba feliz suceso, y habiéndose ofrecido Don Antonio de hacer lo que mas le mandase, se despidió dél, y hecho liar sus ar- mas sobre un macho, luego al mesmo punto sobre el caballo con que entró en la batalla, se salió de la ciudad aquel mesmo dia, y se volvió a su patria, sin sucederle cosa que obligne á contarla en esta verdadera historia. Contó Don Antonio al Visorey todo lo que Carrasco le habia contado, de lo que el Visorey no recibió mu- cho gusto, porque en el recogimiento de Don Quijote se perdia el que podian tener todos aquellos que de sus locuras tuviesen noti- cia. Seis dias estuvo Don Quijote en el lecho, marrido, triste, pen- sativo y mal acondicionado, yendo y viniendo con la imaginacion en el desdichado suceso de su vencimiento. Consolábale Sancho, y entre otras razones le dijo:-Señor mio, alce vuesa merced la ca- beza, y alegrese si puede, y dé gracias al cielo, que ya que le der- ribó en la tierra, no salió con alguna costilla quebrada, y pues sa- be que donde las dan las toman, y que no siempre hay tocinos don- de hay estacas, dé una higa al médico, pues no le ha menester pa- ra que le cure en esta enfermedad. Volvámonos á nuestra casa, y dejémonos de andar buscando aventuras por tierras y lugares que
no sabemos, y si bien se considera, yo soy aquí el mas perdidoso,Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha Tomo II.djvu/544
Apariencia