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Don Quijote.

ce arrobas del flaco con las once del gordo.-Eso no, dijo á esta sazon Sancho, antes que Don Quijote respondiese: y á mí, que ha pocos dias que salí de ser Gobernador y Juez, como todo el mun- do sabe, toca averiguar estas dudas y dar parecer en todo pleito.- Responde en buena hora, dijo Don Quijote, Sancho amigo, que yo no estoy para dar migas å un gato, segun traigo alborotado y tras- tornado el juicio.-Con esta licencia, dijo Sancho á los labradores que estaban muchos al rededor dél, la boca abierta, esperando la sentencia de la suya: Hermanos, lo que el gordo pide no lleva ca- mino, ni tiene sombra de justicia alguna, porque si es verdad lo que se dice, que el desafiado puede escoger las armas, no es bien que éste las escoja tales, que le impidan, ni estorben el salir vence- dor: y así es mi parecer que el gordo desafiador se escamonde, mon- de, entresaque, pula y atilde, y saque seis arrobas de sus carnes, de aquí, ó de allí de su cuerpo, como mejor le pareciere y estuviere, y desta manera quedando en cinco arrobas de peso, se igualará y ajustará con las cinco de su contrario, y así podrán correr igual- mente.-Voto á tal, dijo un labrador, que escuchó la sentencia de Sancho, que este sefior ha hablado como un bendito, y sentenciado como un canónigo; pero á buen seguro que no ha de querer qui- tarse el gordo una onza de sus carnes, cuanto mas seis arrobas.- Lo mejor es que no corran, respondió otro, porque el flaco no se muela con el peso, ni el gordo se descarne, y échese la mitad de la apuesta en vino, y llevemos estos señores á la taberna de lo caro', y sobre mí la capa cuando llueva.-Yo, señores, respondió Don Quijote, os lo agradezco; pero no puedo detenerme un punto, por- que pensamientos y sucesos tristes me hacen parecer descortes y caminar mas que de paso: y así dando de las espuelas á Rocinan- te pasó adelante, dejándolos admirados de haber visto y notado, así su estraña figura, como la discrecion de su criado, que por tal juz- garon á Sancho, y otro de los labradores dijo:-¿Si el criado es 1 Esto es, del vino caro, 6 del mejor vino, porque habia una taberna ó cass (como se dice aquí) donde se vendia vino de mejor calidad, y por consiguiente valia á precio mas alto ó caro que el co- mun. 2 El caso de esta apuesta, aunque dilatado y amenizado por nuestro autor, se leia ya en Alciato, que, tratando de que la desigualdad de las personas podia ser causa justa para no admitir el reto ó desafio, propone algunos casos dudosos, como si desafiando un cojo, ó un tuerto, á otro que no lo fue- re, éste se habia de encojar, ó sacar un ojo, para igualarse con su contrario: y en cuanto al tuerte opinaban algunos soldados prácticos, que no bastaba que su contrario se cubriese un ojo con un par- che, ú otra cosa, sino que se le habla de sacar efectivamente, porque si el tuerto perdia el único que tenia, quedaba sin ninguno, y á su enemigo, aunque perdiese uno, le quedaba otro todavía. Pero es- ta opinion, añade aquel jurisconsulto, es ridícula por demasiado sutil, como lo fué tambien la senten- cia qué se dió en el caso de un gordo y ventrudo, que apostó con un face y ligero de pića é que cor-

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