tes.―Eso es, respondió Don Quijote, porque es mayor el número de los religiosos que et de los caballeros.-Muchos son los andan- tes, dijo Sancho.-Muchos, respondió Don Quijote, pero pocos los que merecen nombre de caballeros. En estas y otras semejantes pláticas se les pasó aquella noche y el dia siguiente, sin acontecer- les cosa que de contar fuese, de que no poco le pesó á Don Quijo- En fin, otro dia al anochecer descubrieron la gran ciudad del Toboso, con cuya vista se le alegraron los espíritus á Don Quijo- te, y se le entristecieron á Sancho, porque no sabia la casa de Dul- cinea, ni en su vida la habia visto, como no la habia visto su señor, de modo que el uno por verla, y el otro por no haberla visto, esta- ban alborotados, y no imaginaba Sancho, qué habia de hacer cuan- do su dueño le enviase al Toboso. Finalmente ordenó Don Qui- jote entrar en la ciudad entrada la noche, y en tanto que la hora se llegaba, se quedaron entre unas encinas, que cerca del Toboso es- taban, y llegado el determinado punto, entraron en la ciudad don- de les sucedió cosas, que á cosas llegan.
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