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Capítulo X.

porque haciéndose algun tanto atras, tomó una corridica, y pues- tas ambas manos sobre las ancas de la pollina, dió con su cuerpo mas ligero que un halcon sobre la albarda, y quedó ahorcajadas, co- mo si fuera hombre, y entonces dijo Sancho:-Vive Roque, que es la señora nuestra ama mas ligera que un alcotan, y que puede en- señar á subir á la gineta al mas diestro cordobes 6 mexicano: el ar- zon trasero de la silla pasó de un salto, y sin espuelas hace correr la hacanea como una cebra, y no le van en zaga sus doncellas que todas corren como el viento: y así era la verdad, porque en viên- dose á caballo Dulcinea, todas picaron tras ella y dispararon á cor- rer, sin volver la cabeza atras por espacio de mas de media legua. Siguiólas Don Quijote con la vista, y cuando vió que no parecian, volviéndose á Sancho, le dijo:-Sancho, ¿qué te parece, cuán mal quisto soy de encantadores? y mira hasta donde se estiende su ma- licia y la ojeriza que me tienen, pues me han querido privar del contento que pudiera darme ver en su ser á mi señora. En efecto, yo nací para ejemplo de desdichados, y para ser blanco y terrero donde tomen la mira y asesten las flechas de la mala fortuna: y has tambien de advertir, Sancho, que no se contentaron estos traidores de haber vuelto y transformado á mi Dulcinea, sino que la trans- formaron y volvieron en una figura tan baja y tan fea, como la de aquella aldeana, y juntamente le quitaron lo que es tan suyo de las principales señoras, que es el buen olor, por andar siempre entre ámbares y entre flores: porque te hago saber, Sancho, que cuando llegué á subir á Dulcinea sobre su hacanea (segun tú dices, que á mí me pareció borrica) me dió un olor de ajos crudos que me en- calabrinó y atosigó el alma.-¡O canalla! gritó á esta sazon San- cho: ¡ó encantadores aciagos y mal intencionados, y quién os vie- ra á todos ensartados por las agallas como sardinas en lercha! Mu- cho sabeis, mucho podeis, y mucho mas haceis. Bastaros debiera, bellacos, haber mudado las perlas de los ojos de mi señora en aga- llas alcornoqueñas y sus cabellos de oro purísimo en cerdas de co- la de buey bermejo, y finalmente todas sus faciones de buenas en


1 Lercha se dice tambien en la primera edicion y en todas las demas; pero visto que no parece pa- labra castellana ni italiana, de donde suele adoptarlas Cervantes, y que por eso no se halla en ningun diccionario, se deja al arbitrio del lector que, reputándola por errata de imprenta, substituya en su lugar percha, que es el instrumento que sirve para colgar pescados y ponerlos á secar, y de donde se dijo en Málaga el barrio del perchel, ó los percheles.

2 Mucho mal haceis debe decir, y no mucho mas haceis, que es una errata conocida, pues ni los encantadores, ni los que no lo son, hacen mas de lo que saben y pueden, cuanto menos mucho mas de lo que pueden y saben: contradicclon que no debe suponerse en Cervantes, tan discreto y tan ad-

vertido.