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EL JARDÍN DE LOS CEREZOS
Gaief.

Es hora de partir.

Yascha.

¿Quién huele a arenque?

Lubova.

Dentro de diez minutos habrá que tomar asiento en los carruajes. (Contempla los muros de la habitación.) Adiós, vieja y querida morada. Pasará el invierno; la primavera tornará, y tú serás demolida desde los cimientos hasta el tejado. ¡Cuántas cosas vieron estas paredes! (Besa a su hija con pasión.) ¡Tesoro mío! Estás contenta; tus ojos brillan como dos diamantes. Estás muy contenta, verdad?

Ania.

Sí, mamá. Esto es el comienzo de una nueva vida.

Gaief.

Sí, por cierto, será mejor. Hasta el momento de la venta del jardín de los cerezos, todos hemos sufrido mucho. Ahora, cuando todo acabó, nos hemos calmado y nos sentimos casi alegres. Voy a ser, en adelan-