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ANTÓN P. CHEJOV
mérito, yo la secundaba con asiduidad, dejando a un lado mis otras ocupaciones. En cierto invierno, tanto me moví, tanto me agité, que hasta me puse enfermo. No olvidaré jamás aquella temporada. ¿No se acuerda usted del espectáculo que arreglamos a beneficio de las víctimas de un incendio?
—¿En qué año fué?
—No ha mucho..., me parece que en el 80.
—Decidme, ¿qué edad tiene Vania?
—¡Cinco años!—grita desde su gabinete Ana Pavlovna.
—Como quiera que sea, ya se han ido seis años. ¡Amigo mío! Ya no arde el mismo fuego.
Lobnief y Charamúkin permanecen pensativos. Los tizones de la chimenea lanzan un postrer destello y cúbrense de ceniza.
