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ANTÓN P. CHEJOV
Varia. (Asustada.)

No, no.

Lubova.

Verdaderamente, yo no dispongo de esa suma.

Pitschik. (Riendo.)

Sí, dispone usted de ella. Yo no pierdo jamás la esperanza. Vea. Yo me imaginaba que todo estaba perdido. Pero, de repente, se construyó la vía férrea que atraviesa mis tierras, y se me indemnizó. Y de este modo, muy bien puede suceder que mañana se presente alguna otra ganga. Quizá Daschinka gane doscientos mil rublos... Ha comprado un billete.

Lubova.

Bebamos el café, y vámonos a descansar.

Firz. (A Gaief.)

Lleva usted ahora otro pantalón, que no casa con la chaqueta. ¿Qué tendré yo que hacer para que ande usted correcto?

Varia. (Dulcemente.)

Ania duerme. (Abre con precaución la ventana.) El Sol sube. No hace frío. Vea, mamá, qué hermosos ár-