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ANTÓN P. CHEJOV
mos a ver, Pietcha, ¿por qué ha cambiado usted tanto? ¡Y envejecido!
Trofimof.
En el vagón, una mujer me adjudicó los epítetos de «sarnoso», «arisco».
Lubova.
Cuando yo le conocí, era usted un niño. Un estudiantillo joven. Y ahora, lleva usted anteojos como un profesor, y la cabellera le clarea. ¿Es usted todavía estudiante, Trofimof? (Se dirige hacia la puerta.)
Trofimof.
Probablemente lo seré toda mi vida.
Lubova. (Besando a su hermano y luego a Varia.)
Ea, vámonos a dormir... (A su hermano.) Tú también has envejecido.
Pitschik. (Siguiendo en pos de ella.)
En fin..., vámonos a dormir. ¡Oh mi gota! Yo me quedaré hoy en esta casa. Lubova Andreievna, mi buena amiga, yo quisiera recibir mañana... doscientos cuarenta rublos.