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ANTÓN P. CHEJOV
Firz.

En efecto. Mi vida es ya larga. Nuestro padre no había nacido aún cuando ya me querían casar. (Ríe.) Entonces nos emanciparon de la servidumbre. Yo era el jefe de camareros, y no quise aprovecharme de mi libertad. Me quedé como estaba, ni más ni menos; seguí sirviendo fielmente a mi amo... (Pausa.) Me acuerdo muy bien. Todos mis camaradas rebosaban de gozo; todos estaban contentísimos. ¿De qué? Ellos mismos no lo sabían.

Lopakhin.

¡Oh! Antes se estaba mucho mejor. Había latigazos... ¡Qué delicia!

Firz. (Que no había entendido bien las anteriores frases.)

Sin duda; los mujiks andaban entonces con los propietarios, y los propietarios, con los mujiks; mientras que ahora cada cual anda por su lado.

Gaief.

¡Cállate ya! (A Lopakhin:) Mañana intentaré en la ciudad pedir fondos prestados.

Lopakhin.

Sépalo usted de antemano. Fracasará usted. No se