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CAPITULO III

EL JUGUETE RABIOSO


Después de lavar los platos, de cerrar las puertas y abrir los postigos, me recosté en el lecho porque hacía frío.

Sobre la tapia, el sol enrojecía oblicuamente los ladrillos.

Mi madre cosía en otra habitación, y mi hermana preparaba sus lecciones. Me dispuse a leer. Sober una silla, junto al respaldar del lecho, tenía las siguientes obras:

"Virgen y madre" de Luis del Val, "Electrotécnica" de Bahía y el Anticristo de Nietszche. La Virgen y Madre, cuatro volúmenes de 1.800 páginas cada uno, me lo había prestado una vecina planchadora.

Y cómodamente acostado, observé con displicencia Virgen y Madre. Evidentemente, hoy no me encontraba dispuesto a la lectura del novelón truculento y entonces decidido cogí la Electrotécnica y me puse a estudiar la teoría del campo magnético giratorio.

Leía despacio y con satisfacción. Pensaba, ya interiorizado de la complicada explicación acerca de las corrientes polifásicas.

Es síntoma de una inteligencia universal poder regalarse con distintas bellezas y los nombres de Ferranti y Siemens Nalshue, resonaban en mis oídos armoniosamente.

Pensaba.

—Yo también algún día podré decir ante un congreso de ingenieros: "Sí, señores... Las corrientes electromagné-