tando una mano de la cadera, se rascaba con los dedos la encorvada naríz.
Leí:
"Se necesitan aprendices para mecánicos de aviación. Dirigirse a la Escuela Militar de Aviación. Palomar de Caseros".
—Caramba qué linda noticia, frau, muchas gracias... ¿Pero habrá tiempo de ir hoy?
—Sí, tomas el tren a la Paternal, le dices al guarda que te baje en la Paternal, tomas el 88. Te deja a la puerta.
—Si, anda hoy Silvio, es mejor — indicó mi madre sonriendo esperanzada. Ponéte la corbata azul. Ya está planchada y le cosí el forro.
De un salto me planté en mi cuarto y en tanto me trajeaba, escuché la judía que narraba con voz lamentosa, una riña con su marido.
—¡Qué cosa fran drodman! Vino borracho, bien borracho. Maximito no estaba, había ido a Quilmes a ver un trabajo de pintura. Yo estaba en la cocina, salgo afuera, y me dice mostrándome el uño así.
—La comida, pronto... ¿y el canalla de tu hijo porque no vino a la obra?
Qué vida frau, qué vida... Voy a la cocina y ligerito prendo el gas. Pensaba que si venía Maximito iba a suceder un bochinche, y temblaba frau.
¡Dios mío! Ligerito le traigo el sartén con hígado y huevos fritos en manteca. Porque a él no le gusta el aceite. Y lo hubiera visto, Fran abre los ojos grandes, frunce la naríz y me dice:
—Perra, esto está podrido — y eran frescos los huevos, frau, fresquitos. Pum. Tiró el sartén con todo a la pared...
—¡Qué vida frau, qué vida...! Toda la cama mojada de huevos y manteca. Yo corrí hasta la puerta y él se levantó, agarró los platos y los tiraba contra el suelo. Que