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LA SED


Tengo sed, sed ardiente!— dije á la maga, y ella

Me ofreció de sus néctares. — O, no, no, eso empalaga!—
Luego, una rara fruta, con sus dedos de maga,
Exprimió en una copa clara como una estrella;


Y un brillo de rubíes hubo en la copa bella.
Yo probé — Es dulce, dulce. Hay días que me halaga
Tanta miel, pero hoy me repugna, me estraga!—
Vi pasar por los ojos del hada una centella.


Y por un verde valle perfumado y brillante,
Llevome hasta una clara corriente de diamante.
—Bebe! — dijo. — Yo ardía, mi pecho era una fragua.
Bebi, bebi, bebi la linfa cristalina...
¡Oh frescura! oh pureza! oh sensación divina!

—¡Gracias, maga, y bendita la limpidez del agua!
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