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LEOPOLDO LUGONES

además, como que en él se aduna la certidumbre, o sea el criterio matemático, a la realidad de las ciencias experimentales. En ese desarrollo lógico estriba toda la crítica filosófica, pues es, regularmente, el fruto más positivo de la filosofía.

Y bien: aplicando ese método al feminismo, pronto se obtiene el resultado que antes formulé, como consecuencia racional: si las mujeres fuesen iguales a los hombres, no existiría sino un sexo, y la especie humana se habría vuelto estéril. Ahora bien: el amor estéril (porque el amor subsiste dentro de la doctrina feminista) es la suprema corrupción, al constituir un placer sin la compensación del resultado que normalmente produce, o sea la procreación de hijos. La mujer y el hombre, unificados por la igualdad, formarían un monstruo, el andrógino, o sea el producto típico en que se complace la imaginación enferma de las decadencias. Lógicamente, pues, la doctrina produce una monstruosidad, lo cual es harto significativo; porque si el método de la finalidad lógica reviste el carácter que más arriba le atribuí, ha de haber también en ello una realidad experimental.

Es, en efecto, lo que ocurre. Cada crisis feminista ha coincidido en la historia con