parlamento se puede vivir, pero sin familia no.
Mas con esto no se niega a la mujer el derecho de discutir. Como todo ser inteligente, la libertad de pensar, de propagar, de equivocarse también, que sólo errando se aprende a salir del error, es inherente a su condición humana.
De aquí que toda violencia contra ese derecho, merezca la más enérgica condenación. La lucha por la libertad, es respetable hasta en sus mayores extravíos pues la aspiración que la engendra existe en todos los corazones como un gérmen de distintiva nobleza humana; y después de todo, la mujer no deja de ser tal por el hecho de querer convertirse en hombre.
El gobierno liberal, que tolera ahora mismo la incitación a la guerra civil predicada por los legisladores unionistas, se muestra implacable con esas pobres mujeres cuyo delito consiste en querer votar sometidas a la ley, como cualquier ciudadano obediente y tranquilo. Es que aquello forma parte de la política, vale decir del orden de cosas que los gobernantes explotan en su provecho, y que por lo tanto les resulta infinitamente respetable; pues de este modo es co-