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los faros de luz alternativa. Su voz, quebrada por la fatiga, recobraba a intervalos una vibración singular. Al escucharla, mi espíritu se perdia en un mundo sobrenatural, y acudian a mi memoria yo no sé qué reminiscencias de cuentos fantásticos. Cantóun ruiseñor, y me pareció ver su canción argentina revoloteando en los labios de Mary—Ann. La jornadahabía sido ruda para todos, y yo mismo, que le he dado a usted pruebas decisivas de mi apetito, reconocí bien pronto que no tenia hambre más que de sueño. Les di las buenas noches a las damas, y me retiré a mi tienda. Allí olvidé en un instante el ruiseñor, el peligro, el rescate, las picaduras; cerré los ojus con doble llave y me dormi.

Un tiroteo espantoso me despertó sobresaltado.

Me levanté tan bruscamente, que me di con la cabeza contra una de las estacas de mi tienda. En el mismo instante, of dos voces de mujeres que gritaban:

—¡Estamos salvadas! ¡Los gendarmes!

Vi a dos o tres fantasmas correr confusamente a través de la obscuridad. En mi alegria, en mi turbación, le di un beso a la primera sombra que pasó ami alcance: era el corfiota.

—¡Alto!—gritó — ¿Quiere usted decirme adónde va tan de prisa?

—Perro ladrón—respondi limpiándome la boca—, voy a ver si los gendarmes acaban pronto de fusilar a tus compañerosmi voz, La señora Simons y su hija, guiadas llegaron a nuestro lado. El corfiota nos dijo:

—Los gendarmes no viajan hoy. Es la Ascensión