Página:El rey de las montañas (1919).pdf/221

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
217
 

robarme; no son griegos, son ingleses; los tribunales... Les pondré pleito.

—Y lo perderás. Tienen un recibo.

—Es verdad. Pero ¿por qué fatalidad les he dado un recibo?

—¡Porque yo te lo he aconsejado, pobre hombre!

—¡Miserable! ¡Perro mal bautizado! ¡Cismático del infierno! ¡Me has arruinado! ¡Me has hecho traición! ¡Me has robado! ¡Ochenta mil francos! ¡Yo soy responsable! ¡Si al menos los Barley fueran banqueros de la Compañia! No perderia más que mi parte.

Pero no tienen más que mis capitales; lo perderé todo. ¿Estás seguro, por lo menos, de que esta señora está asociada a la casa Barley?

—Tan seguro como de morir hoy.

No, hasta mañana no morirás. No has sufrido bastante. Se hará daño por valor de ochenta mil francos. ¿Qué suplicio inventar? ¡Ochenta mil francos! Ochenta mil muertes serían pocas. ¿Qué hice a aquel traidor que me robó cuarenta mil? Bah, ¡un juego de niños, una broma! ¡No ha estado aullando ni dos horas! Inventaré algo mejor. Pero ¿y si hubiese dos casas del mismo nombre?

—¡Cavendish—Square, 31!

—Si, allí es. ¡Imbécil! ¿Por qué no advertirme en vez de hacerme traición? Les hubiera pedido doble.

Hubieran pagado: tienen recursos para ello. No les hubiera dado recibo: jamás los daré... ¡No! ¡No! ¡Es la última vez!... He recibido cien mil francos de la señora Simons: ¡qué frase tan estúpida! ¿Soy yo quien ha dictado esto?... ¡Pero ahora me acuerdo!