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frir mucho. Perdóneme. Soy un viejo brutal, un lobo montaraz, un palikaro Pero ya ve usted que mi cortzón es bueno, puesto que siento lo que he hecho. Soy más desgraciado que usted, porque usted tiene los ojos secos; yo estoy llorando. Voy a ponerle eu libertad sin perder un minuto; pero no: usted no puede marcharse en este estado. Primero voy a curarle. El bálsamo es maravilloso: le cuidaré a usted como a un hijo; la salud volverá pronto. Es preciso que mañana pueda usted andar. Ella no puede permanecer un día más entre las manos de su amigo.

»¡Le suplico, por Dios, que no cuente a nadie nuestra riña de hoy! Usted sabe que yo no le odiaba; a menudo se lo he dicho: sentia simpatia por usted; le otorgaba mi confianza. Mis secretos más intimos usted los conocia. Acuérdese de que hemos sido dos amigos hasta la muerte de Basilio. Un instante de cólera no debe hacerle olvidar doce dias de buenos tratamientos. Usted no querrá destrozar mi corazón de padre. Usted es un buen muchacho; su amigo será, sin duda, tan bueno como usted.» Pero ¿de quién se trata? — exclamé.

—¿De quién? ¡De ese maldito Harris! ¡De ese americano del infierno! ¡De ese pirata maldito! ¡De ese ladrón de niños! ¡De ese asesino de muchachas!

¡Ese canalla que yo quisiera tener contigo para deshaceros a los dos entre mis manos, frotaros el uno contra el otro y arrojaros en polvo al viento de mis montañas! Vosotros, los europeos, sois todos los mismos: una raza de traidores que no osáis atacar a los