Página:El rey de las montañas (1919).pdf/245

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
241
 

!1 —¡Cúreme, querido hijo mio! Usted es doctor y debe curarme. No le reprocho lo que ha hecho con migo; estaba usted en su derecho; tenía razón en matarme, porque le juro que, sin su amigo Harris, no se me hubiese usted escapado! ¿No hay na ia para apagar el fuego que me quema? No me impor ta la vida; bastante he vivido; pero si muero le ma— tarán a usted, y mi pobre Fotini será degollada.

Estoy sufriendo. Toque usted mis manos; me parece como si no fuesen ya mias. Pero ¿cree usted que ese norteamericano tendrá valor de ejecutar sus amenazas? ¿Qué me decía usted hace un momento? ¡Fotini lo ama! ¡Desgraciada! La habia educado para que fuese mujer de rey. Preferiría verla muerta a que...

No, me alegro mucho que sienta amor por ese joven; acaso él se compadezca de ella. ¿Qué es usted para él? Un amigo nada más; no es usted ni siquiera su compatriota. Uno tiene tantos amigos como quiere; pero no se encuentran dos mujeres como Fotini. Por mi parte, yo estrangularia sin ningún inconveniente a todos mis amigos, si tuviese algún interés cu ello; pero nunca mataria a una mujer que sintiese amor por mí. ¡Si al menos supiese él lo rica que es ella! Los norteamericanos son gentes positivas; por lo menos, así dicen. Pero la pobre inocente no conoce su fortuna. Yo hubiera debido decirle algo. Ahora, ¿cómo hacerle saber que tiene cuatro millones de dote? ¡Nos hallamos prisioneros de un Colzida!

¡Cúreme usted, por todos los santos del paraiso, para que aplastemos a esta gusanera!

Yo no soy médico, y de toxicología sé lo poco que EL REY DE LAS MONTAÑAS 16