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usted, y que desde hace dos días me esta atormentado. Es absolutamente inédita, acabo de comprobarlo. Nadie la ha visto antes que yo; tendré el honor del descubrimiento; pienso que mi nombre vaya unido a él. Se trata de un pequeño monumento en piedra caliza de treinta y cinco centimetros de alto por veintidos de ancho, colocado por azar al borde del camino. Los caracteres son de la buena época y esculpidos de un modo perfecto. Aqui tiene usted la inscripción, tal como la he copiado en mi cuaderno.

S. T. X. X. I. I.

M. D. C. C. C. L. I.

Si consigo explicarla, he hecho mi fortuna. ¡Serė miembro de la Academia de Inscripciones y Buenas Letras de Pont—Audemer. Pero la tarea es larga y dificil. La antigüedad guarda sus secretos con cuidado celoso. Temo haber dado con un monumento relativo a los misterios de Eleusis. En ese caso, habria que encontrar dos interpretaciones: una vulgar o demótica, la otra sagrada o hierática. Debe usted darme su opinión.

—Mi opinión —le dije — es la de un ignorante.

Pienso que ha descubierto usted un guardacantón, como hay muchos a lo largo de los caminos, y que la inscripción que le ha dado tanto trabajo podría, sin ningún inconveniente, traducirse asi: «Stadion (1), 22, 1851.» Buenos dias, señor Mérinay; voy (1) Estadio, medida itineraria.—(N. del T.)