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plomático ha conocido en sus oficinas a un maltés llamado Giacomo Fondi. El Banco Nacional de Atenas tiene muchos defectos; pero no ha tenido nunca en depósito fondos procedentes del bandidaje. De haberlos recibido, hubiese considerado un deber confiscarlos en provecho suyo. Tengo a su disposición la lista de nuestros oficiales de gendarmeria. No encontrará usted en ella por ninguna parte al señor Pericles. No conozco más que dos hombres asi llamados: el uno es un tabernero en la ciudad de Atenas; el otro vende especias en Tripolitza. En cuanto al famoso Hadgi Stavros, cuyo nombre oigo hoy por vez primera, es un ser fabuloso que debe relegarse a la Mitologia. Confieso con toda sinceridad que hubo antaño algunos bandidos en el reino. Los principales fueron destruidos por Hércules y por Teseo, que pueden ser considerados como los fundadores de la gendarmeria griega. Los que escaparon de las manos de estos dos héroes han caido bajo los golpes de nuestro invencible ejército. El autor de la novela que me ha hecho usted el honor de enviarme ha dado pruebas tanto de ignorancia como de mala fe, afectando considerar el bandidaje como hecho contemporáneo. Daria cualquier cosa por que su relato fuese impreso, ya en Francia, ya en Inglaterra, con el nombre y el retrato del señor Schultz. El mundo sabria al fin con qué groseros artificios se procura hacernos sospechosos a todas las naciones civilizadas.

»En cuanto a usted, señor, que siempre nos ha hecho justicia, reciba la seguridad de todos los bue-