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—¿Se trata de nosotros?— me dijo Mary—Ann.

—Todavía no, señorita. Su Majestad hace cálculos.

—¿Cálculos aqui? Yo creia que eso se hacía solamente entre nosotros.

— Su señor padre, señorita, ¿no es socio de una casa de banca?

—Si; de la casa Barley y C.ª.

¿Hay dos banqueros de este mismo nombre en Londres?

—No, que yo sepa.

¿Ha oido usted decir que la casa Barley hiciese negocios con Oriente?

—¡Y con el mundo entero!

—Y ustedes ¿viven en Cavendish Square?

— No; allí están sólo las oficinas. Nuestra casa está en Piccadilly.

Gracias, señorita. Permitame usted que escuche lo que sigue. Este viejo tiene una correspondencia de las más interesantes.

El Rey dictaba sin interrupción un largo informe a los accionistas de su banda. Este curioso documento iba dirigido al señor Jorge Micrommati, oficial de órdenes en palacio, para que diese lectura de él en la asamblea general de los interesados.