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Él encuentra la ninfa abandonada
En brazos de Thalestris, con los ojos
Hundidos del pesar y los cabellos
De su dorada trenza desatados;
El genio mal hechor rompió los sellos
De aquel infernal odre; y sus despojos
Como furias volaron,
Y de Belinda el pecho aprisionaron;
Y de rabiosa ira arde una hoguera,
Que la fiera Thalestris encendiera.
O sirviente infeliz, ella exclamaba,
Ambas manos al cielo levantando,
Y sus ecos en Hampton resonando:
Miserable doncella, replicaba;
¿Para que tomé yo tanto cuidado
De horquillas, peine y olorosa esencia?
¿Para qué aquel papel tan enrizado
Para dar a tu faz nueva excelencia?
¿Por qué ¡ ay triste ! ligar tu blanca frente
Y cargarla con plomo impertinente ?
¡0 dioses ! el ladron de tu cabello
Hará público alarde; el lechuguino
De envidia morirá; mas las señoras
Altivas mirarán torciendo el cuello:
No lo consiente honor; tú el arca fueras
Que del sexo las glorias contuvieras;
Virtud, placer, y haber fué tu destino:
Ni detendré tu llanto cuando lloras:
Escucha este lenguage horrible y fiero;
El que brinde por ti, cae en desprecio;
Sacrifica tu honor y anda en platillos:
Para te defender no hay caballero;
Confesar ser tu amigo es menosprecio.
¿Y será justo honor inestimable