se tétrica calle entre dos altas tapias de cerca recortada, con una estrecha faja de césped á cada lado.
En el extremo de ella hay una vieja glorieta que amenaza ruina. A mitad del camino está el portillo que da al páramo. Este portillo está cerrado por una barrera de madera blanca, con su aldaba y su candado. Del otro lado de él extiende el vasto páramo. Recordé la teoría de usted, y traté de representarme lo que había ocurrido. Estando allí, en el portillo, el anciano vió algo que se acercaba cruzando el páramo, algo que lo aterrorizó al extremo de hacerle perder la cabeza, y entonces echó á correr y á correr, hasta que cayó muerto, pura y simplemente de horror y extenuación. Allí estaba el largo y sombrío túnel por donde había huído. ¿De qué? ¿De un perro ovejero del páramo? O de un sabueso fantasma, negro, silencioso y monstruoso? ¿Había habido intervención humana en la muerte de sir Carlos? ¿Sabía el pálido y cauteloso Barrymore más de lo que había declarado?... Todo está confuso y vago, pero, en el fondo, se destaca siempre la negra sombra del 19/12/2015 crimen.
He conocido á otro vecino más desde que escribí á usted la última vez; el señor Frankland, que vive en el Lafter Hall, á unas cuatro millas al sur de Baskerville Hall. Es un hombre entrado en años, de cara colorada, cabellos blancos é índole irascible. Su pasión es la ley británica, y ha despilfarrado una gran fortuna en pleitos. Pleitea por el mero gusto de pleitear, y tan dispuesto está á encarar una cuestión por un lado como por el radicalmente contrario; de modo que no es extraño que la diversión le haya resultado costosa. Unas veces, consigue hacer anular la concesión de un