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Página:El sabueso de los Baskerville (1909).djvu/99

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no que tenía que hacer usted era también el mío, pensé que podía alcanzarlo y presentarme yo mismo. Espero que á sir Enrique no le habrá sentado mal el viaje...

—Está muy bien, gracias.

—Todos teníamos el temor de que, después de la triste muerte de sir Carlos, el nuevo baronet no quisiera establecer aquí su residencia. Es pedir mucho á un hombre de fortuna el que venga á sepultarse en un sitio como éste; pero creo inútil decir á usted que este hecho tiene muchísima importancia para toda comarca. Supongo que sir Enrique no abriga temores supersticiosos al respecto...

—No me parece probable.

—Usted conoce, por supuesto, la leyenda del perro diabólico que persigue á la familia...

—La he oído.

—Es extraordinario lo crédulos que son por aquí los campesinos! Hay algunos capaces hasta de jurar que han visto á semejante animal en el páramo.

Al decir esto el hombre se sonreía; pero me pareció leer en sus ojos que él no tomaba el asunto en broma.

—La historia—agregó,—había causado cierta impresión en la imaginación de sir Carlos, y no dudo de que esto fué lo que lo llevó á su fin trágico.

—Pero ¿cómo?

—Estaban tan excitados sus nervios, que la aparición de cualquier perro podría haber producido un efecto fatal en su corazón enfermo. Me imagino que sir Carlos vió realmente algo por el estilo aquella noche en la alameda de los Tejos. Yo siem-