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—¡Seguro, si somos pogres!...
En casa a veces no hay
ni unos miserables cobres
pa comprar carne. ¡Velay!...
—¡La pucha que mala ideia
tuvo el qu'hizo la miseria
pa embromar la gente güeña!...
¡Ta qué rabia que da, ¿no?
—¡Malaya las privaciones!
Esa es la nuestra cosecha.
¡Y hay que soportar la mecha,
según el fraire ordenó
Potra tarde en sus sermones!...
Y hora me voy dir marchando,
qu'el sol se ha entrau hace rato,
—Date una güelta mañana,
que quizá te han de comprar.
—Ta güeno. Voy a pasar.
—Adiós. Canuto.
—Adíos, Ana.
(Muy diligentemente le pebeta,
va entrando los enseres al hogar,
mientras la tarde deja deslizar,
el telón del crepusculo violeta.)