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un Consejo de guerra se determine a desmentirlo formalmente? Jerárquicamente tal cosa no es posible. El general Billot, con sus declaraciones, ha sugestionado a los jueces, que han juzgado como entrarían en fuego a una sencilla orden de su jefe: sin titubear. La opinión preconcebida que llevaron al tribunal, fué sin duda ésta: «Dreyfus ha sido condenado por crimen de traición ante un Consejo de guerra; luego es culpable, y nosotros, formando un Consejo de guerra, no podemos declararlo inocente. Y como suponer culpable a Esterhazy, sería proclamar la inocencia de Dreyfus, Esterhazy debe ser inocente.»

Y dieron el inícuo fallo que pesará siempre sobre nuestros Consejos de guerra, que hará en adelante sospechosas todas sus deliberaciones. El primer Consejo de guerra pudo equivocarse; pero el segundo ha mentido. El jefe supremo había declarado la cosa juzgada inatacable, santa, superior a los hombres, y ninguno se atrevió a decir lo contrario. Se nos habla del honor del ejército; se nos induce a respetarlo y amarlo. Cierto que sí; el ejército que se alzará en cuanto se nos dirija la menor amenaza, que defenderá el territorio francés, lo forma todo el pueblo, y sólo tenemos para él ternura y veneración. Pero ahora no se trata del ejército, cuya dignidad justamente