fenderse. Afirmo que esto es un crimen más, un crimen que subleva la conciencia universal. Decididamente los tribunales militares tienen una idea muy extraña de la justicia.
Tal es la verdad, señor Presidente, verdad tan espantosa, que no dudo quede como una mancha en vuestro gobierno. Supongo que no tengáis poder alguno en este asunto, que seáis un prisionero de la Constitución y de la gente que os rodea; pero tenéis un deber de hombre en el cual meditaréis, cumpliéndole, sin duda, honradamente. No creáis que desespero del triunfo; lo repito con una certeza que no me permite la menor vacilación; la verdad avanza, y nadie puede detenerla. Hasta hoy no principia el proceso, pues hasta hoy no han quedado deslindadas las posiciones de cada uno: de un lado los culpables, que no quieren la luz; al otro los justicieros que daremos la vida porque la luz se haga. Cuando más duramente se oprime la verdad, más fuerza toma, y la explosión será más terrible. Veremos cómo se prepara el más ruidoso de los desastres.