historia es esa. Un error judicial lo impulsa todo; y algunos hombres de conciencia se sienten atraidos y subyugados, consagrándose más y más obstinadamente y arriesgando su fortuna y su vida para conseguir que se haga justicia. He aquí explicado lo que hoy pasa; el resto no es más que abominables pasiones políticas y religiosas, torrente desbordado de calumnias y de injuriasi Qué gran tiisculpa tendría la juventud si por un instante se obscurecieran en su cerebro las ideas de justicia y de humanidad! En la sesión del 4 de diciembre, la Cámara francesa se cubrió de vergüenza votando una orden del día, «en que se deshonraba a los jefes de la campaña odiosa que turba la conciencia púbiica». Eso lo digo muy alto para los que en él porvenir me lean: semejante voto es indigno de nue tro generoso país, y aparecerá como una mancha imborrable. Los agitadorcs son los hombres de conciencia y de valor que, seguros de que, existe un error judicial, le han denunciado, para que la reparación se .haga, animados por la convicción patriótica de que una gran nación donde se tolera que :a inocente, agonice en medio de mil torturas, es una nación condenada. La campaña odiosa es el grito de la verdad, el gito de justicia lanzado por esos hombres;
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