vino, para llenar la Prensa de un montón horrible de prosa que ni aun para el estercolero serviría, para tener al país en un malestar intolerable, del que la nación sale con los ojos fatigados y la cabeza vacía, como después de una noche de embriaguezz. ¡Pero es una medida irónica! i eso no puede soportarse! ¡Se necesitaban tres meses de golosina! jera menester la vida entera!
| Ah! itoda la vida! ¡Qué dorado sueño! ¡ Elecciones continuas, diputados nombrados por un día, mandando un día y volviéndose a presentar a sus electores por la noche! ¡Nada más que política, al almorzar y al comer, en la cama como en la mesa! Una nación que comiera periódicos en lugar de pan, que se viera obligada a formar cola para depositar candidaturas en las urnas, sin tener tiempo siquiera para lavarse ias nianos! El hecho es bien simple. En sus tiendas los carniceros impulsari el consumo de la carne. Desde el momento en que la política se ha hecho una carrera, el refugio natural de las ambiciones enfermizas de los hombrecillos que han fracasado en todo lo demás, es natural que esos hombres nos atiborren de política. Es la lucha por la existencia. Qué sería, por ejemplo, de M. Floquet, o de M.
Ranc, o de muchos otros, si de un día a otro