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tres semanas no bastan a los hombres políticos para hacer votar a los electores a su antojo.

He ahí dónde está la cuestión práctica del sufragio universal.

El principio del sufragio universal parece ciertamente inatacable. Es la única herramienta gubernamental de una lógica absoluta.

Imaginaos una nación en que todos los ciudadanos son igualmente sabios e instruidos.

Se reunen cada tres o cuatro años, delegan el poder en aquellos que consideran más capaces de ejercerle. Nada tan claro en teoría, nada tan humanamente justo.

Pero lo enojoso es que la teoría se falsea en cuanto se pasa a su aplicación.

Un pueblo no es una adición de cifras equivalentes. Así, pues, dando el mismo valor a cada ciudadano, se introducen en el total enormes causas de error que vician la opertación.

En una palabra, desde el momento en que los hombres intervienen con sus locuras y sus enfermedades, la lógica matemática del sufragio universal queda destruida, no tando de ella más que una abominable confusiónres- Ya no es ciencia, es empirismo, y del más turbio, del más peligroso.